La casa de Zenit, acá jugarán Argentina-Nigeria

Si bien la visita al Hermitage en nuestro último día en San Petersburgo resultó emocionante, el día anterior no lo había sido menos. Lo dejamos para el final por haber estado más relacionado con lo futbolístico. Por la mañana nos invadió la congoja al observar las ofrendas florales en la estación de subte del Instituto Tecnológico Estatal, lugar en el que 16 personas perdieron la vida por el atentado del pasado 3 de abril, y desde el mediodía disfrutamos de las instalaciones del estadio Krestovski, en donde juega el Zenit, y en el que Argentina se medirá a Nigeria en el tercer juego por el grupo D de Rusia 2018.

Esta vez no nos dio el tiempo para almorzar en el Restaurante MarMarisa de tenedor libre que habíamos descubierto un par de días antes, para llenarnos de buena comida tradicional a sólo 250 rublos por cabeza (unos 5 dólares cada uno).

Allí asistimos a la rueda de prensa de las autoridades del Comité Organizador Local, con su presidente Vitaly Mutko a la cabeza (viceprimer ministro del gobierno de Vladímir Putin), y algunos ejecutivos principales de la FIFA, quienes informaron acerca de los avances en las obras de cara a la Copa del Mundo, y las cuestiones internas inherentes a la financiación y costos de las mismas.

Me llama la atención que Mutko (se pronuncia Muitcó), con las responsabilidades que tiene, no sepa expresarse en inglés y recurra a un traductor para entender la pregunta que le hago sobre Lionel Messi y la selección argentina, y para responderla De todos modos, al recordar que tampoco sabía inglés el fallecido Julio Humberto Grondona, expresidente de la Asociación del Fútbol Argentino y vicepresidente económico vitalicio de la FIFA, la sorpresa inicial se disipa.

Para llegar al estadio hay que caminar desde la estación de subte que hay en la isla Krestovski una distancia equivalente a unas 20 cuadras. El camino, por el cual, en tiempos de clima más apacible se puede disfrutar del patinaje y del skate, atraviesa un bosque tan enorme como frondoso, y a su derecha, incluso un parque de atracciones que seguro explota de bullicio feliz y risas infantiles durante el verano.

El estadio Krestovski, cuya superficie es retráctil para convertir el recinto en un coliseo multiusos como el de Kazán, por ejemplo, tiene una capacidad para recibir algo más de 68.000 espectadores. La hinchada local ha convertido ahora en ídolos a Sebastián Driussi y a Emiliano Rigoni, y vibra con el aporte de Leandro Paredes, Matías Kranevitter, Emanuel Mammana y del ecuatoriano Christian Noboa, capitán de su selección y casi un ruso más por la cantidad de años que lleva en el país y por la familia que ha formado.

El COL nos ha colmado de amabilidad. Con la asistencia durante la conferencia de jóvenes profesionales como Jane y Olga, que siguen recomendaciones de sus superiores Anton y Natalia, nos sentimos muy respaldados.

Nos sentimos reconfortados después de que la primera sensación al llegar al estadio había sido de inquietud al ser revisados y olidos de arriba abajo por mastines muy parecidos al dogo, gobernados por efectivos del grupo Omoh (pronúnciese Omón, único colectivo de seguridad autorizado a disparar a matar durante manifestaciones o protestas que pueden transformarse en batallas campales).

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