Kant, los nazis, el coro celestial y la uja



En Kaliningrado el aroma germánico es indisimulable. Se desprende del curioso mestizaje de alto standing, resultado de la ocupación de la Alemania nazi hasta 1945, y el recambio poblacional que colonizó el viejo enclave prusiano desde entonces. Iósif Stalin se pidió esta porción de terreno en la repartija que hicieron con Churchill y Roosevelt después de la Segunda Guerra Mundial porque Rusia quería tener un puerto con fácil acceso al agua en todas las direcciones, y así es como la región y esta entrañable ciudad de atardeceres que enamoran, pasaron a formar parte de la U.R.S.S.

Después de la reunión con las autoridades del COL 2018, comenzamos a conocer la ciudad junto a Carolina. Es sencillo moverse de un lado a otro porque no hay grandes distancias que cubrir ni atascos a sortear. Y si una lluvia amenaza con chafar la excursión al coqueto Museo del Ámbar donde espera su solícita directora Irina, una marshutka (combi urbana de pasajeros que cuesta 20 rublos, como el colectivo) o un taxi a precio económico, ofrecen la mejor solución para no perdérsela. En cualquier caso, ya empiezo a felicitarme en la intimidad por haber elegido alojamientos con el detalle y la precisión con que Bilardo dirigió tácticamente a la selección argentina en el mundial de México.

No es moco de pavo llevarse bien con el abecedario cirílico, pero la cosa va sobre ruedas y el GPS respalda el guión. Kaliningrado ofrece unas vistas increíbles a la Catedral desde el río Pregolya. Esa costanera, conocida como Paseo de los Pescadores (porque aquí faenaban la pesca de cada día los trabajadores que se internaban río arriba rumbo al Báltico), al lado de restaurantes y cafeterías tan elegantes como acogedoras, es una delicia. Completan la escenografía, medio vienesa, un poco alemana, rusa por adopción, más de mil historias románticas cuyos secretos de amor se hallan encadenados al puente de las promesas, sellados por candados.

El Estadio de Kaliningrado lo conocemos de lejos, ya que está en plena obra. Sí recorremos in situ el Baltika Stadium (el más antiguo de Europa, construido en 1892) llamado originalmente Walter Simon Platz, pero rebautizado Erich Koch Platz en 1933 por el partido nazi, cuyo líder absoluto, Adolf Hitler, solía visitar para ver en acción al Königsberger STV y efectuar sus acostumbradas arengas fascistas que tan populares se volvieron luego.

El paso por Kaliningrado nos permitió disfrutar de un concierto de órgano en la legendaria Catedral a cuyo costado se encuentra la tumba del célebre filósofo humanista Immanuel Kant. Un extraordinario momento a solas que nos obsequió Evgeni Avramenko, el organista más importante de Rusia, cuya destreza para manejar el instrumento y compaginar el sonido con el movimiento de los ángeles en el interior de la parroquia, es formidable. Para todo ello resultó fundamental la excepcional guía de Valentín Balanovskiy, el biógrafo más destacado de Kant, quien nos sorprendió. "Lo único que quedó en pie en la ciudad después de los bombardeos de la fuerza aérea británica en la Segunda Guerra Mundial, fue la tumba del Maestro".

También ha sido un lujo degustar lo mejor de la gastronomía local en el ya mítico restaurante 'Aunt Fisher'. Les recomiendo la uja, sopa de pescado con vodka, los preparados a base de tubérculos (papa, remolacha), la cerveza artesanal, y los estofados con carne vacuna, sabrosa ya que hay buenos pastizales en la región. Nos pareció muy curiosa la experiencia de conocer, mientras almorzábamos, a una pareja de Vladivostok, que se ha radicado junto a su pequeño hijo de algo más de un año de edad en Kaliningrado tras vivir un año en... Costa Rica.

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