Perros espaciales, parques, argentinidad al palo

El Museo de la Cosmonáutica es una visita obligada en Moscú para comenzar a conocer la otra parte importante de la historia de la Unión Soviética y, por supuesto, la de Rusia. La que narra su carrera por conquistar el espacio exterior. Ubicado bajo el Monumento de los Conquistadores, el Museo exhibe fracasos y éxitos desde que Konstantín Tsiolkovski, físico soviético considerado el Padre de la Cosmonáutica, realizó los primeros trazos en la materia desde 1885.

Sorprende conocer la historia de la mítica perra Laika, y de los canes que siguieron su huella como astronautas. 57 perros ingresaron en operaciones de viajes al espacio, algunos en más de una oportunidad, y 12 llegaron a la fase final del programa, aunque sólo 5 pudieron regresar sanos y salvos de la experiencia. Laika, una perra husky callejera elegida para el experimento teniendo en cuenta su carácter y que estaba enferma, fue la pionera. Belka y Strelka dos de los que volvieron con vida, alcanzaron un grado tal de celebridad, que fueron embalsamados después de morir y se los puede ver a metros de la entrada.

Una enorme imagen de Yuri Gagarin, el primer hombre que viajó al espacio exterior en 1961, da la bienvenida al lugar. Una vez ingresados, una figura que imita la pose del legendario astronauta, luego ascendido a Coronel y condecorado como héroe nacional, saluda con los brazos en alto. Al Museo de la Cosmonáutica se llega tomando la línea naranja del subte, la 6, y bajando en la estación VDNKH. Pronúnciese la n (en cirílico se escribe al revés) como "i" y la h como "n". La entrada cuesta alrededor de 250 rublos, unos 70 pesos argentinos, y permite recorrer los 8.000 metros cuadrados del Museo. Espacio que incluye dos pisos y un restaurante en la planta superior, en el que comer no resulta nada barato: dos hamburguesas con lechuga y tomate en sánwich, con un par de bedidas sin alcochol, cuestan 275 pesos argentinos.

El Museo de la Cosmonáutica en Moscú es una más que interesante puerta de acceso a la historia aeronáutica espacial soviética, que continúa y se profundiza en Samara, la capital espacial de Rusia. En Samara, de la que hablaremos mucho más adelante, se fabrican más del 90% de las partes de un cohete Soyuz, las naves más evolucionadas que siguieron a las Vostok, primeras máquinas que se utilizaron en la experiencia espacial. Gagarin, por ejemplo, viajó al espacio en la Vostok 1 el 12 de abril de 1961.

Antes de dejar el Museo no se pierdan los detalles de la comida espacial que ingieren los astronautas en sus misiones ni los detalles de cómo entrenan y se preparan para viajar. Una vez que salgan, háganse tiempo para recorrer el Parque VDNKH, creado a finales de la década de los años '30, en el que veinte años después Nikita Jrushchov practicó reformas para que reflejara los logros científicos, tecnológicos y de la economía soviética. Hay varias estatuas y monumentos importantes allí. Los fines de semana una multitud aprovecha sus 237 hectáreas para distraerse, entretenerse, almorzar algo frugal al paso y disfrutar de sendos paseos.

Un grupo de hare krishnas danzaban a doscientos metros del Museo saludando a la primavera cuando llegamos. Al irnos, mientras las nubes se llevan secuestrado al sol, un montón de gente nos acompaña en la ascensión al Monorriel que une las estaciones de Timiryazevskaya al oeste, con la de Ulitsa Sergeya Eyzenshteyna al este. En esta última es en la que montamos para cubrir los 4,7 kilómetros de recorrido hasta empalmar con la línea gris de subte, la 9 del metró, que nos llevará a nuestro próximo objetivo. Esto, previo paso por un Mercado de Pulgas en el que se encuentra ropa y otros artículos a precios muy competitivos.

Hemos quedado con Martín Álvarez, experiodista de la radio 107.9FM, emisora de de radio de la cadena deportiva ESPN de televisión, para entrevistarle acerca de cómo resulta la experiencia de vivir en Rusia, tan lejos de los afectos, para un joven de Quilmes en el Conurbano Sur. Todo, por más que cuando él vino a conocer Moscú en un intervalo de un Máster de Comunicación que cursó en Madrid, encontró un amor que le movilizó al punto de decidir quedarse a vivir en el país.

Charlar con Martín en el Gorki Park, el parque más popular entre los jóvenes en la capital rusa, permite adentrarse en datos sobre la realidad. Cuenta que el sueldo básico promedio en Moscú se cifra en unos 35.000 rublos (poco más de 9.600 pesos argentinos). Viktoria, su novia, también periodista, percibe desde hace poco tiempo 40.000 rublos (algo más de 11.000 pesos argentinos).

Martín nos explica tips para sobrevivir al invierno moscovita y a sus 30 grados cero, y nos conduce a su parque preferido, el Muzeon, donde habitan cientos de esculturas. Hay muchas heredadas de la época soviética, y otras anteriores a ese período, entre las que incluso se descubren restos edilicios. Bustos de Karl Marx, de Lenin, de Breznev... No hay cerca del Muzeon botes a pedal como hay en el Gorki Park, que recuerdan una parte emblemática de la escenografía del Lago de Palermo en Buenos Aires, pero atrapa la ubicación del lugar, con la costanera del río Moscova a la izquierda, la gigantesca estatua de Pedro El Grande al frente, y la tan afamada como prestigiosa Galería Tetryakovskaya a la derecha.

Finalizando la entrevista es hora de poner rumbo al Kremlin y la Plaza Roja, donde hemos quedado en encontrarnos con Nicolás Baretto y Julia Domínzain, argentinos de los cuales ya han leído en los posts previos. Vamos a cenar juntos a un restorán de comida tradicional donde sirven exquisiteces de Rusia y de Ucrania. Berenjenas rellenas de queso y pasas, carne de cerdo adobada, pelmeni (pasta rellena de carne a elección)... No son tan recomendables los rollitos de grasa de cerdo con pepinillo en su interior. Quizá algún bocado para combatir el frío, pero nada más. La cerveza y el vodka funcionan a la perfección como hilo conductor y surgen más revelaciones a la luz. Algún familiar que ha conocido al amor de su vida mientras trabajaba en el KGB, el Servicio Secreto Ruso. Un medio de comunicación que somete a cada uno de sus empleados a un estricto control y monitoreo personal, no sólo acerca de los contenidos que publica. El precio de los servicios públicos es tan bajo, y tan baja la presión fiscal, que es posible sobrevivir en Rusia sin sudar sangre... Siempre resulta enriquecedor charlar con gente tan interesante. Y si es frente a una buena mesa, mejor.


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