Rostov del Don, delicias en barco y victoria selmashi

Rostov del Don ofrece calor y un clima mucho más acorde a la época en la que hemos venido a Rusia, que el que encontramos en las tres primeras sedes del Mundial. La ciudad en la que ganaron su fama los cosacos, primero como rebeldes y luego combatiendo como mercenarios a las tribus que buscaban conquistar territorios en el Imperio Ruso, está ubicada al sur, a sólo 50 kilómetros de la costa del Mar de Azov.

Nos alojamos en el Maxi House Hóstel, al 131 de la calle Sotsialisticheskaya, una elección que resulta excelente dado sus servicios tales como el laundry, la cercanía con la ribera del Río Don, y las vistas al estadio mundialista en el que Brasil se enfrentará a Suiza, Uruguay a Arabia Saudita y México a Corea del Sur -entre otros partidos-, en la fase de grupos de la Copa del Mundo.

La mala fama que en el norte le intentan transferir a Rostov del Don me recuerda a la que en el centro de España le hacen a Sevilla y a los andaluces. Lo cierto es que se trata de gente muy cordial y el trato que uno recibe acá también es estupendo. El viaje resultó muy largo porque a partir del desplazamiento a esta ciudad es cuando debemos tomar aviones que siempre hagan escala en Moscú. Es algo que el gobierno ruso y las autoridades de la Copa del Mundo pretenden cambiar durante el Mundial para que los trayectos internos no se hagan tan engorrosos, pero hasta ahora, pasar por la capital es obligatorio.

El catering de Aeroflot es muy bueno, así que lo que el pasajero en tránsito pierde en tiempo y con molestias, en parte lo recupera con excelentes tentempiés. Bocadillos de salmón con pepinillo, de jamón crudo o cocido de calidad con palta, y cerveza artesanal, entre otras bebidas, sirven para hacer menos pesado el viaje.

No se vayan de Rostov sin ver la Catedral Sobor y luego dar un paseo en barco por el Don degustando un buen plato de ensalada mixta con camarones o unas rabas. Esta es una de las actividades favoritas de los miles de extranjeros que visitan la ciudad cada año. El ticket por persona para disfrutar de esta travesía cuesta 290 rublos (5 dólares). Si se trata de saciar el hambre, una buena opción es la cadena de comida rápida Subway con sus sandwiches variados, donde una pareja se puede llenar por 800 rublos. La gama de sabores que se puede pedir excede la que encontramos habitualmente en Buenos Aires.

Otro lugar que han de visitar es el Parque Gorodskoy. Con su planetario, su parque de atracciones, el Museo de Arte Moderno cerca y, en el caso de disponer de un rato, probar a fondo los Segway, que están tan de moda en Rusia en estos momentos. Se trata del vehículo de dos ruedas con una base sobre la que uno se para, que se maneja con la orientación del cuerpo. Sin volante, sin manubrio. Sólo direccionando el tronco del cuerpo hacia delante y girando hacia los costados con la ayuda postural de las rodillas.

En ese parque encontramos una pareja de ecuatorianos nómades que viven de lo que les deja la venta de sus artesanías y su música en las ciudades europeas que visitan. En Rostov del Don, una señora amiga les cede una habitación para que pernocten a cambio de que colaboren con los quehaceres de la casa.

De Rostov del Don, ciudad que ofrece plena libertad a cualquier comerciante y donde no existe en absoluto un grado de psicosis por amenazas terroristas como el que vivimos en Moscú y en San Petersburgo, nos llevamos también algo de acción. Una primera noche de fútbol, que ha sido posible por la colaboración de Ada, del staff del FC Rostov, quien nos ha acreditado para ver el juego entre el equipo del capitán de la selección ecuatoriana Christian Noboa (quien nos ha invitado a cenar una exquisita carne tras el partido en un precioso restaurante en el que es habitué), y el Amkar Perm.

Han ganado (1-0) los locales en el viejo estadio Olimp-2 inaugurado en 1930 (con capacidad para albergar a 15.840 espectadores) donde jugarán hasta que después de la Copa del Mundo lo hagan en el Rostov Arena. El aforo del coliseo mundialista (45.000 personas) les permitirá contar con un mayor apoyo aún. La hinchada de los Selmashi (cosechadores) es una de las más apasionadas del país.

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