Volgogrado, regreso a la austeridad soviética

Ponemos rumbo a Volgogrado. Como siempre que viajamos en avión, tenemos que pasar por el ojal de Moscú y el vuelo desde Sochi es el peor en el que me ha tocado estar en toda mi vida. Onda que al aparato parecía haberlo agarrado un niño pequeño para jugar agitándolo en las alturas. Todo son risas hasta que de repente el rostro se te pone blanco, las manos desprenden un sudor frío que no se acaba y la piel se encrespa aunque lleves puesto un camperón. Nos quedamos con la duda si fue el comandante quedó debiendo horas de simulador.

Llegar a la capital espiritual de Rusia procedente del reino de la sofisticación presenta un nuevo shock visual. En Volgogrado volvemos a encontrar como en Kaliningrado y Rostov del Don mayoría de edificios soviéticos, algunos muy venidos abajo, y un panorama austero. Le confieso mi decepción a Carolina, pero ella está segura de que la ciudad no es lo que vemos apenas hacemos 10 o 15 kilómetros en remís desde el aeropuerto. Por el momento, lo más positivo que le veo a la jornada es no haber tenido que madrugar tanto para viajar. Una pequeña tregua que nos brinda la planificación que llevamos.

En este caso, no les recomiendo el alojamiento que hemos elegido en la plataforma Booking. Dos noches en Homestay on Shtemenko cuestan 425 rublos (unos 137 pesos argentinos). Vos dirás, ¡¡faa, qué barato!! Y yo te responderé que sí. Pero es una habitación pequeña, en la de al lado vive un padre con su hija, hay un sólo baño, y se trata de un departamento de muy pocos metros cuadrados ubicado en un barrio de edificios y viviendas comunitarias, que tiene en el medio una especie de plaza pulmón con piso de tierra, sin juegos y con coches estacionados alrededor. A veces está bueno ahorrar, pero no hay que pasarse de rosca. Es un lugar al que hay que regresar sólo para dormir.

Es extraordinario el recibimiento que nos hacen, en este caso en el propio barrio en el que nos vamos a hospedar, los representantes del COL 2018. Anna y Pavel han venido hasta acá para comentarnos la agenda de lugares para visitar y las personas a las que vamos a conocer en los dos días que permaneceremos en Volgogrado. No contaban con que habrían de llamar a la propietaria de la vivienda para que nos venga a abrir, porque no encontramos a nadie al llegar. En Rusia es algo que siempre puede suceder cuando se trata de hospedajes no convencionales.

De hecho, también nos recomiendan un lugar para cenar cercano al departamento, en el que sirven una carne deliciosa que se pronuncia “ribáe”. Una especie de bife de chorizo servido en table de madera con distintos condimentos en los extremos. Nuevamente nos encontramos con la trampa del gramaje a la hora de pagar la cuenta, pero a decir verdad, el precio en este restaurante cuyo nombre se pronuncia “Joroshie”, va de la mano con la calidad.

Hay un montón de palabras curiosas en este país. ¿Quieren saber una que van a pronunciar cada día en medio del clima veraniego del Mundial? “Piba”. Cuando en Argentina y en España mencionamos esta palabra, aludimos a una adolescente o, en algunos casos, a una mujer de hasta poco más de 30 años de edad. En España incluso utilizan la palabra “pibón”, cuando la chica en cuestión resulta muy atractiva. Pues bien, en Rusia “piba” es cerveza. Cuando la temperatura rebase los 25 grados les va a dar ganas de mencionarla habitualmente.

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